LEE EL SIGUIENTE TEXTO, PUBLICADO EN EL DIARIO “EL PAIS”, el 30 de octubre de 2011
En algún
momento de esta semana el planeta habrá alcanzado los 7.000 millones
de habitantes. Mil millones más que hace 12 años y el doble que a
finales de los sesenta. El crecimiento acelerado de la población
mundial dispara las alarmas malthusianas sobre el agotamiento de los
recursos naturales y la brecha demográfica entre las diferentes
regiones del mundo. ¿Podemos gestionar un planeta con tanta gente?
La idea de
una población que podría superar los 9.000 millones en 2050 plantea
retos en ámbitos tan fundamentales como la producción agraria, el
abastecimiento energético o la conformación de los mercados de
trabajo. Cada uno de ellos está sujeto a un complejo equilibrio de
necesidades y limitaciones físicas y políticas. En palabras de Alex
Evans, director del programa de la Universidad de Nueva York sobre
Globalización y Escasez, "la globalización ha mejorado los
estándares de vida de millones de personas, pero la creciente
escasez de recursos implica que corre el riesgo de ser víctima de su
propio éxito".
Las
regiones agrarias tendrán que producir más con menos medios
Pensemos,
por ejemplo, en la alimentación. Aunque en este momento el número
de personas que pasa hambre se acerca a los mil millones, los
expertos coinciden en que el planeta todavía produce alimentos
suficientes. El futuro, sin embargo, sugiere un panorama más
sombrío. De acuerdo con los datos de la FAO, las necesidades
alimentarias de la población en 2050 podrían incrementarse un 70%
con respecto a las actuales, lo que supone un verdadero reto para un
sistema productivo que ha empezado a tantear sus límites. La tierra
disponible para la producción agraria tocó techo a principios de la
pasada década, mientras que el crecimiento del rendimiento medio de
los cultivos ha caído a la mitad desde 1960 por el agotamiento de
los recursos y los efectos del calentamiento global. En otras
palabras, en el futuro estaremos obligados a producir más con menos,
lo que ya ha convertido a muchas regiones pobres en el escenario de
una competición internacional por el control de recursos como la
tierra o el agua.
El
abastecimiento energético enfrenta un dilema muy similar. El
documento Perspectivas energéticas
mundiales, elaborado cada año por la
Agencia Internacional de la Energía, prevé un incremento de más de
un tercio en la demanda para 2035, derivado en buena medida del
crecimiento de las economías emergentes. Al igual que la producción
agraria, el consumo y la generación de energía estarán cada vez
más limitados por los compromisos de reducción de las emisiones de
CO2, así como por la fragilidad de otros límites planetarios, como
la pérdida de biodiversidad o la acidificación de las aguas
marinas. En el ánimo de los negociadores, que se reunirán en Durban
(Sudáfrica) dentro de pocas semanas, pesa más que nunca la amenaza
de alcanzar puntos de no retorno que magnificarían las consecuencias
del calentamiento global y encarecerían cualquier respuesta.
Pero la
variable poblacional que posiblemente despierte más recelos sociales
y políticos es la que se refiere al futuro de los mercados globales
de trabajo, cuya composición escapa a menudo al control de los
Gobiernos.
Un estudio
realizado en 2008 por la Universidad de Harvard y el Center for
Global Development establecía que un inmigrante medio que llega a EE
UU multiplica por tres su capacidad adquisitiva, además de acceder a
redes de protección impensables en su país. Los datos con respecto
a Europa no son muy diferentes. Mientras tanto, las tendencias
presentadas esta semana por el Fondo de Población de las Naciones
Unidas siguen mostrando un planeta en el que las generaciones más
jóvenes se concentran en los países pobres y las más ancianas en
el mundo desarrollado; un mundo cuyo sistema de protección social
necesita una pirámide de población de base ancha. Lant Pritchett,
profesor de Harvard y uno de los autores del estudio, expresaba el
dilema en estos términos: "La fuerza de los inevitables cambios
demográficos que crean demanda en los países ricos y oferta en los
países pobres va a ser demasiado poderosa para la capacidad
coercitiva de las barreras fronterizas".
Ante este
panorama, ¿podemos limitar el crecimiento de la población o estamos
condenados a gestionar un planeta con más habitantes? Algunos de los
países afectados por las altas tasas de crecimiento llevan décadas
impulsando iniciativas más o menos agresivas de control de la
fertilidad, desde la política de un único hijo en China hasta los
programas masivos de esterilización de India, que alcanzan al 37% de
las mujeres que hasta entonces usaban otros métodos anticonceptivos.
Sin embargo, no solo estas políticas han demostrado ser ineficaces a
la hora de detener el crecimiento acelerado de la población, sino
que han derivado en consecuencias indeseables como la selección de
fetos por razones de género. De acuerdo con un reciente informe del
Banco Mundial, solo en China el número de niñas no nacidas podría
superar el millón anual.
No hay balas
de plata. Los expertos e informes consultados sugieren que la
respuesta a la superpoblación es el camino largo del desarrollo y
las soluciones cooperativas. Por un lado, solo de este modo podemos
garantizar la sostenibilidad social y ecológica del planeta; por
otro, la prosperidad económica y el acceso a oportunidades como la
educación han demostrado ser el modo más eficaz de reducir las
tasas de fecundidad. Preguntado por la posibilidad de establecer
islas de prosperidad,
Ignacio Pérez Arriaga, profesor del Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT) y de la Universidad de Comillas, recurre al
ejemplo de la lucha contra el cambio climático: "Si el objetivo
es reducir las emisiones globales, una Europa aislada solo controla
el 20% del problema. Lo que importa es lo que hagan los demás".
Pérez
Arriaga forma parte de un grupo de expertos que asesoran a la
Comisión Europea en la elaboración de una hoja de ruta energética
para el período 2020-2050. En su opinión, no hay nada imposible en
la idea de un planeta que cuente con un abastecimiento energético
estable y dentro de los límites ecológicos. Pero eso exigirá un
doble esfuerzo: el del ahorro y la eficiencia -"con los que se
puede llegar muy lejos"-, y el de la transformación de nuestras
fuentes de suministro, que pasa por "renovables, renovables y
renovables hasta hacerlas competitivas frente a unos combustibles
contaminantes que serán cada vez más caros".
Una de las
claves es la desvinculación de los modelos de crecimiento económico
del uso intensivo de recursos como el agua o la energía,
garantizando una distribución más justa de las cuotas de consumo.
El Panel Internacional de Recursos de Naciones Unidas mostró
recientemente que un canadiense medio utiliza cuatro veces más
recursos que un indio. Esta brecha en las huellas ecológicas está
derivada, por ejemplo, de una dieta basada en el consumo habitual de
carne, cuya producción exige 12 veces más agua que el trigo y
genera 20 veces más emisiones de CO2.
Robert
Bailey, investigador del think tank
británico Chatham House, explicaba a este periódico en términos
similares los retos del sistema alimentario: "Las escaladas en
los precios de los alimentos de 2008 y 2011 fueron llamadas de
atención. No sé cuál puede ser el peor escenario, pero tengo la
certeza de que en el futuro veremos shocks
más graves. ¿Qué ocurriría si se produjese una sucesión rápida
de eventos similares a los que ya hemos visto, como una ola de calor
en Rusia o la alteración del monzón en Asia? ¿Qué ocurriría si
los Gobiernos reaccionasen bloqueando las exportaciones y agravando
la escalada de precios de alimentos, como ya hicieron en 2008?
Podemos alimentar a un planeta de 9.000 millones de habitantes, pero
va a requerir mucho más de lo que estamos haciendo ahora".
Organizaciones
internacionales como la FAO y Oxfam coinciden en la necesidad de
reformar los mercados agroalimentarios si queremos evitar un futuro
marcado por la volatilidad de los precios y la recurrencia de las
hambrunas. Su estrategia está basada en la protección legal de
recursos esenciales como la tierra, el fin de la competencia desleal
de los países ricos y el apoyo a la agricultura familiar de las
regiones más vulnerables, empezando por África subsahariana.
Pero no
siempre es suficiente con más recursos y voluntad política. El
incremento de la población nos obligará a enfrentarnos a problemas
para los que no existen precedentes normativos o institucionales. La
flexibilización de los regímenes migratorios, por ejemplo, exigirá
lo que el Centro de Desarrollo de la OCDE ha denominado un "sistema
emergente para la movilidad laboral internacional". Un sistema
nuevo, concebido para encontrar un equilibrio de riesgos y
oportunidades entre los países de origen, los de destino y los
propios emigrantes.
La respuesta
al dilema migratorio exigirá combinar el cambio de actitudes
individuales con la financiación, la iniciativa política y la
imaginación de actores públicos y privados. Son las mismas
variables que serán necesarias para establecer mercados energéticos
y agroalimentarios más justos y sostenibles. El verdadero reto
demográfico no es cuántos somos, sino cómo.
Autor:
Gonzalo Fanjul
CUESTIONARIO:
- Después de subrayar las ideas principales del texto, haz un BREVE RESUMEN.
- Escribe las palabras, términos o conceptos que no entiendas.
- En el texto se dice que alrededor de mil millones de personas pasan hambre, aunque a día de hoy el planeta produce alimentos suficientes. ¿Cómo lo justificas? ¿Cómo prevé el autor las circunstancias futuras alimenticias?
- En el texto se dice “en el futuro estaremos obligados a producir más con menos” ¿Qué significa? ¿Cómo piensas que se podría llevar a cabo?
- Expón la opinión que suscita la siguiente frase: ¿podemos limitar el crecimiento de la población o estamos condenados a gestionar un planeta con más habitantes? Ten en cuenta tanto los factores ambientales como éticos?
- Para que el planeta cuenta con un abastecimiento estable, ¿qué dos esfuerzos nos dice el artículo que hay que realizar? ¿Se te ocurre alguno más?